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Cosa de sabios

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Por: Pablo Mckinney

En 1973, la división del PRD impidió el triunfo del partido blanco fren­te al PRSC en las elec­ciones de 1974.

Para 1978, la estrategia unifica­dora del Dr. Peña Gómez, que inclu­yó a los “liberales de Washington”, hizo posible la salida del poder del oráculo de Navarrete que, por la cri­sis del PRD en 1985, retornaría al poder en 1986.

Por la división del PRD, en 1990 el doctor Balaguer pudo robar las elec­ciones al PLD que ocupó su lugar.

En 2016, la enésima división del PRD de la que surgió el PRM mantuvo al PLD en el gobierno.

Para 2020 fue la misma historia, pero en versión morada. Porque se di­vidió, salió el PLD del poder; y porque logró unificar a prácticamente todos los adversarios del PLD, ganó el PRM las elecciones.

¿Cuál es el aprendizaje de todo es­to? Sin unidad no hay victoria.

El PRSC y el PRD languidecen rum­bo al olvido.

En el PLD queda todo por hacer o más bien por rehacer y renovar.

El partido Fuerza del Pueblo segui­rá en su guerra, no contra el PRM si­no contra el PLD en una reedición del PLD de los setenta frente al PRD de entonces; los escenarios a veces como fábula o a veces como trágica come­dia se repiten, sólo que ni Fernández es Bosch ni Medina es Peña Gómez.

En el PRM hay tres grupos con vo­cación presidencial: El del Presiden­te Abinader, el del presidente Mejía y el del ministro David Collado. La estrategia de Abinader debe ser pro­piciar la pacífica convivencia entre los tres grupos, de forma tal que las lógicas contradicciones por la can­didatura presidencial en 2024 no afecten la unidad de la organización ni la marcha del gobierno que asu­me en el momento más funesto de nuestra vida democrática.

Como ven, el PRM corre con la ventaja de tener a mano las traumá­ticas experiencias del PRD en 1974, en 1986 y en 2016; y la más reciente de un PLD a quien, -más que la indig­nación de la clase media, el desgaste de 20 años de poder o las llamadas de Pompeo-, fue el síndrome de Hu­bris, hibris o hybris quien le sacó del gobierno.

Sin unidad no hay victoria.

Aprender de errores ajenos es cosa de sabios.

 

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