
Santo Domingo. – El expresidente Leonel Fernández examina cuales causas llevaron al exmandatario Danilo Medina, su títere el excandidato presidencial Gonzalo Castillo y el partido morado a la derrota aplastante en el pasado proceso electoral.
El presidente del partido Fuerza del Pueblo calcula que hace un año, para esta fecha, las más prestigiosas e importantes firmas encuestadoras proyectaban un triunfo electoral del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en primera vuelta, para los comicios presidenciales programados para el 2020.
De igual forma, que habían tenido lugar las protestas del movimiento Marcha Verde. Se habían iniciado las audiencias judiciales por el caso de Odebrecht. Había una opinión pública encolerizada; y a pesar de todo, el Partido Revolucionario Moderno (PRM), la principal fuerza política de oposición no subía del 35 por ciento de los votos que había alcanzado en las elecciones del 2016.
Fernandez explora que entonces se argumentaba que la oposición no existía. Que el partido de la estrella amarilla navegaba solo, con viento a favor, por el mar proceloso de la política nacional. Que sólo era cuestión de tiempo. El triunfo estaba asegurado.
Tambien, que naturalmente, al suceder lo contrario, al zozobrar la embarcación, en distintos ámbitos de la vida nacional empezaron a surgir, de manera inevitable, las siguientes inquietudes e interrogantes: ¿Qué ocurrió? ¿Cómo una victoria segura, anticipada con tanto tiempo de antelación, se convirtió en una derrota tan estrepitosa?
Por otro lado, que para comprender tan extraño fenómeno hay que partir de la idea de que el grupo palaciego, luego de haber modificado la Constitución en el 2015 y haber materializado la reelección al año siguiente, pretendió repetir las mismas hazañas, aplicando el mismo guion, para los comicios del 2020.
La trama comenzó al convocarse un encuentro en la cúpula, con los mismos seis aspirantes a candidatos presidenciales del 2016. En ese encuentro se les incentivó a lanzarse en aras de sus propósitos, ya que el partido escogería como su representante en la boleta electoral al que resultase en las encuestas con mayores niveles de favorabilidad.
Al mismo tiempo, cualquier manifestación por parte de algún funcionario en favor de la reelección era rápidamente desestimada. Desde Palacio se ordenaba hacer silencio sobre ese particular; y en entrevista televisiva realizada a finales de 2019, se argumentaba, al más alto nivel que, aunque ya la decisión estaba tomada, sería en los primeros meses del año siguiente que, de manera oficial, se informaría al país.
Plan oculto
Sin embargo, mientras se estimulaba a varios aspirantes a impulsar sus sueños presidenciales y se enmendaba la plana a todo el que desde una posición oficial izaba la bandera de la reelección, desde las más altas esferas palaciegas, por el contrario, se orquestaba de manera sigilosa un proyecto de permanencia en el poder.
Se pretendió utilizar la Ley de Partidos para tales fines. Se quería lograr un nivel de legitimación popular en los propósitos continuistas, sin necesidad de recurrir a un plebiscito o referéndum.
Por esa razón, se quiso desempolvar la idea de elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias para todos los partidos políticos, como única forma de escogencia de candidatos a cargos de elección popular. Se pretendió ignorar que ya una ley del 2004, que establecía ese mecanismo de escogencia de candidatos, había sido declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia al año siguiente.
Siendo así, esa decisión de carácter constitucional resultaba vinculante a todos los órganos del Estado. Por consiguiente, no podía ser introducida en los mismos términos por ante las cámaras legislativas. A pesar de eso, sin embargo, se insistió, en forma obstinada, en imponer una situación para lo cual existía un impedimento legal. La opinión pública se rebeló y el proyecto continuista experimentó su primera derrota.
Luego fue la batalla por modificar la Constitución. Se realizaron grandes esfuerzos para enmendar por segunda vez, en forma consecutiva, nuestra Carta Sustantiva. Eso, por supuesto, ni siquiera Rafael Leónidas Trujillo se atrevió a intentarlo durante su larga satrapía. Eran, simplemente, signos inequívocos de que la prudencia y la cordura habían abandonado a Zeus y demás dioses del Olimpo.