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Ibéricas enseñanzas

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Por: Pablo McKinney

Los que corren, de tan malos, son buenos tiempos para aprender de los errores o aciertos de los demás. De la política española -y en especial del PSOE y Unidas Podemos- aprender, por ejemplo, que siempre será mejor entenderse desde las diferencias que caer en la tentación de la división, sin la cual no hay victoria.

Sí ombe, los políticos dominicanos bien que deberían mirar hacia la península y aprender de Albert Rivera, de Ciudadanos, -es otro ejemplo-, que cuando sufrimos un gran revés porque el electorado nos ha dado la espalda, lo digno y responsable es dejar el espacio libre a otros dirigentes. (Esto con especial dedicatoria a nuestros caudillos en partidos, gremios, colegios, sindicatos u ONG).

En el caso de Bolivia, las enseñanzas también abundan. Por ejemplo, si es bien conocida la maldición presidencial del tercer periodo, oiga presidente, no fuerce el mingo intentando un cuarto periodo; de igual manera, si al no respetar los resultados de un referéndum que le impedía repostularse, violó Ud. la institucionalidad del país, entonces, debe prepararse para la posibilidad de que sus adversarios hagan lo mismo, o sea, violar la institucionalidad para darle propinarle un golpe de estado condenable pero propiciado por su vocación caudillista. Cuando se irrespeta la institucionalidad de un país representada en el árbitro, los tribunales o la mismísima voluntad popular en referéndum, se está propiciando que ella (la institucionalidad) sea sustituida por la fuerza, o más exactamente por las Fuerzas Armadas que junto a “La Embajada” en cada país americano son quienes en ultima instancia deciden los golpes de Estado. Por otra parte, la victoria en América y en Europa de candidatos con escasas luces intelectuales, limitados de discursos y propuestas, con pésimo manejo de las distancias cortas en sus contactos con la prensa debería decirle algo a los adversarios de esos candidatos. En el mundo electoral de hoy, las limitaciones discursivas y/o el torpe manejo de la liturgia política, no necesariamente determinan el triunfo o el fracaso de un candidato. En el caso específicamente dominicano, pensar de ese modo significa desconocer la esencia de nuestra cultura política, y las características de la inmensa mayoría de nuestro electorado, lo que bien da para otro bulevar.

Por cierto, si confundes tus deseos y opiniones con la realidad, te equivocarás una y otra vez. Aprender de los errores es un acierto.

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