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La JCE debió evitar

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Por: Luis Encarnación Pimentel

Si algo demostraron las controversiales primarias del PLD y del PRM del pasado día 6, es que la integridad, buena fama o las mejores intenciones de los miembros del pleno del órgano oficial, no son suficientes para garantizar un resultado exitoso, sin grandes cuestionamientos y sin la privación de derechos electorales. Con todo y el que dirige, tiene la responsabilidad mayor, hay aspectos, especialmente técnicos, que no están en manos y bajo el control directo de sus magistrados. Creemos que para evitarle daños mayores a la democracia y a la política -con heridas graves la primera y degradada la segunda-, el sector que impuso un cambio de reglas en el régimen electoral y de partidos nunca debió meter a la JCE en la trampa de organizar los eventos partidarios internos, que anteriormente solo supervisaba. Pero ya expuesto el organismo a todo riesgo de ser afectado en su imagen y credibilidad -como efectivamente ha ocurrido-, debió curarse en salud y disponer a tiempo la auditoría prometida, así como autorizar de inicio un cotejo de los votos electrónicos y físicos de cada mesa, entre otros elementos preventivos que ayudaban a la transparencia del proceso.

En ningún momento debió verse algún reclamo o crítica institucional como un asunto de moralidad o de creencia de alguna complicidad de los jueces con un determinado sector, sino que, ante la realidad de los altos riesgos de vulnerabilidad de un sistema en prueba, había motivos sobrados para sospechar de una eventual manipulación de terceros para alterar el resultado(?). La JCE -para justificar el temprano reconocimiento de algunos sectores fácticos, por cierto, hoy con déficit de liderazgo- debió exhibir mejor temple en materia de control y sanción de los vicios y delitos electorales cometidos, que fueron muchos y a la vista de todos (¿). A Leonel, a la democracia y al país, la JCE les debía una satisfacción. Hoy, la luz de dudas es alto en porcentaje de la gente que acudió a las urnas, no hay seguridad de democracia electoral ni garantía de que se cumpla la voluntad popular. Sigue siendo una aspiración. La fragilidad institucional -que abre las puertas a la intervención del poder político de turno con el uso desmedido de recursos públicos, en distintos tiempos-, sigue siendo causa de la repetición de estos males ancestrales del país. Con la crisis del PLD en su mayor grado, ya veremos una trilogía de fuerzas (y posible segunda vuelta) en mayo: la de Leonel (con un pie en el estribo del honor), la de Luis y la de Danilo-Gonzalo.

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