Por: Margarita Cedeño
A propósito de la presentación de Esther Duflo en el marco del evento Claro Tec resulta productivo releer alguna de las ideas que esta Premio Nobel de economía y referente de las políticas públicas, ha elaborado en torno al combate a la pobreza en países de renta baja y renta media.
En su más reciente libro, titulado “Buena economía para tiempos difíciles”, escrito junto a su esposo Abhijit Barnerjee, reflexiona sobre la interrelación entre una buena economía y la solución de los principales problemas sociales que enfrentan las sociedades en desarrollo, arrojando luz a un debate que preocupa a muchos que trabajan políticas públicas: ¿Qué es más importante? ¿La economía o el desarrollo social? ¿Son conceptos contrapuestos? ¿Es obligatorio privilegiar uno sobre el otro?
Nuestro juicio siempre ha sido que lo social se juega en lo económico y viceversa, es decir, que son dos caras de una misma moneda. Es lo que viene a confirmar el más reciente trabajo de la profesora Duflo, junto a Banerjee y Garima Sharma, titulado “Efectos a largo plazo de los programas enfocados en los más pobres”, en el cual analizan programas de transferencias monetarias condicionadas implementados en India.
La investigación arroja que los programas de esta naturaleza, a semejanza de Progresando con Solidaridad, tienen efectos contundentes en la población en cuanto a impacto económico local, consumo, mejoría de la nutrición y de las capacidades técnico-profesional de los participantes, así como en la generación de ingresos; generando una relación costo-beneficio que es muy productiva para los países que han implementado este tipo de programas. Este argumento junto a muchas otras comprobaciones sirven para refutar la opinión que por ignorancia promueven algunos sectores, de que este tipo de programas son “parasitarios” y generan poco impacto.
Pero el estudio tiene un segundo acápite sumamente importante para el futuro de estos programas. Los investigadores han descubierto que la traba que impide que estas familias vulnerables y pobres entren en una dinámica de productividad para salir definitivamente de la pobreza, es su incapacidad para disponer de un ahorro, es decir, que se ven obligados a vivir del día a día; y también las dificultades para absorber los riesgos.
Esto último es sustancial en este momento de pandemia. La literatura sobre protección social sugiere constantemente que los más pobres, a pesar de mejorar sus ingresos y contar con la red de protección que provee el Estado, siguen constantemente en un riesgo de volver atrás en sus logros, ante cualquier situación de gravedad, como una tragedia familiar, un fenómeno natural, una crisis económica o de otra naturaleza, como sucede en la actualidad.
Por eso es tan importante mantener los programas sociales creados por la situación de pandemia en que vivimos. Si no lo hacemos, los efectos a largo plazo documentados por las investigaciones que realizan expertos de la talla de Esther Duflo, se podrían perder, echando a la basura 16 años de trabajo con las familias de escasos recursos, una tarea que ha generado un gran impacto económico y, a la vez, ha sido sustancial para la cohesión social y leve reducción de la desigualdad.
La trampa de la pobreza es una realidad palpable, que sólo se puede enfrentar con políticas bien estructuradas, cuyos efectos son mayores cuando hay continuidad y se piensa en largo plazo. No hay soluciones cortoplacistas ni populistas a la pobreza; hay que escuchar a los expertos y hacerles caso.