Por: Pablo Mckinney
Las medidas de apertura comercial y de transporte público aplicadas desde el pasado miércoles por el gobierno, pondrán a prueba la autoridad de nuestras autoridades. De lo que de ellas resulte depende el tiempo en que serán mantenidas, ampliadas o restringidas.
En España, a ese gradual desmonte se le ha llamado desescalada, que es un confuso término fruto de una infeliz traducción del inglés pero que, dado su uso generalizado en el lenguaje burocrático y en los medios de comunicación, la Real Academia Española no ha dudado en aceptarlo, argumentando que su función no es la de crear voces sino registrarlas cuando su uso se ha extendido, como es el caso de la desescalada.
Precisamente, en su particular desescalada, el gobierno dominicano tendrá que hacer todos los esfuerzos y uno más para lograr que ella se desarrolle sin la anarquía que en las últimas semanas y específicamente en los últimos días hemos observado en barrios, calles, estaciones de espera de la OMSA, y en comercios de todo tipo… y en todo lugar.
Alguien que ahora no me acuerdo, (pero debe ser griego) dijo que “cada lágrima enseña al hombre una verdad” pero, ya ven, a los dominicanos ni las lágrimas, ni las desgracias parecen enseñarnos nada.
Uno esperaba que, gracias a la pandemia del Covid-19, los dominicanos hiciéramos nuestra la vieja sentencia que manda “guardar pan para mayo” y ahorrar en los buenos tiempos “porque los malos se meten solos y ni saludan”, (como el Covid), pero no.
Se suponía que la magnitud de esta pandemia que ha infectado ya más de 5 millones 200 mil almas en todo el mundo nos llevaría a definir nuestras verdaderas prioridades. Pero ¡qué va!
Por ahí andan los comerciantes buscando la manera de que, como el Día de las Madres estaremos todavía bajo las medidas de cuarentena, esta celebración sea transferida a otra fecha para que salgamos los dominicanos en loca caravana consumista a comprar a la madre unos regalos que si fueran realmente necesarios un buen hijo no habría esperado ninguna fecha para hacerlos.
Por si lo había olvidado, le recuerdo que el mejor regalo para una madre es saber que Ud. está ahí. Y que, cuando surjan los problemas, Ud. seguirá estando… si no lo sabrá uno.