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Sanar el trujillismo como cultura no se consigue a través de la amnesia o la represión del pasado, sino que requiere recordar y compartir experiencias de sufrimiento y dolor

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Por: Nelson Espinal Báez

¿Qué hacer con décadas de asesinatos, violaciones y torturas cometidos durante el régimen del tirano Rafael Trujillo? Esta es la tarea pendiente desde el 30 de mayo de 1961 y es el contexto de justicia restaurativa que abrió el presidente Luis Abinader, al disponer la conmemoración del 30 de mayo de 1961 como “Día de la Libertad”, la resignificación de los monumentos, el decreto correspondiente y su discurso central.

Para sanar la historia de odio, humillación y vejaciones que sufrió nuestra nación, tiene que venir la versión oficial de los hechos. No solo los escritos de intelectuales que de manera prolija se han realizado. El Estado dominicano es el único capaz de crear un símbolo, un estatus y una cultura de “nunca jamás” mediante el reconocimiento oficial de los hechos y la expresión sincera de la verdad para que se abra el camino de la reconciliación con nosotros mismos: el pueblo dominicano.

El trujillismo como fascismo del Caribe insular se recrea en nuestra cultura autoritaria, en nuestra corrupción e impunidad, en nuestra xenofobia y racismo, en nuestra hipocresía y doble moral. En vender nuestra soberanía para salvar el ego del tirano. En entregar parte de la isla para callar, para corromper, para tapar la verdad y oficializar la mentira. En esencia para exculpar al tirano por la matanza de miles de inocentes mientras se hacía pasar por el macho alfa de la nación. Que quede claro, el gran “nacionalista” Trujillo vendió una parte del país para salvarse él.

Sanar el trujillismo como cultura no se consigue a través de la amnesia o la represión del pasado. Sino que requiere recordar y compartir experiencias de sufrimiento y dolor. El borrón y cuenta nueva empezó como una estrategia política entendible en 1962 pero lamentablemente continuó como una cultura de impunidad, complicidad y envilecimiento.

La posibilidad de justicia restaurativa se abrió este sábado 29 de mayo de 2021 pero debe continuar con la creación de una comisión de la verdad cuya función es promover la memoria colectiva, la cual no puede verse sólo como un proceso que mira el pasado, sino que está ligada a los problemas y retos del presente, a generar confianza donde hubo miedo, a generar transparencia donde hubo oscuridad. La memoria colectiva desempeña un papel preventivo a estos fines:

  1. Los hechos deben ser recordados de forma compartida y expresados en rituales y en monumentos.
  2. Debe insertarse en el pasado y futuro de la colectividad. Explicar y aclarar lo ocurrido. Extraer lecciones y conclusiones para el presente.
  3. Darle un sentido y reconstruir lo ocurrido haciendo hincapié en los aspectos positivos para la identidad nacional y el tejido social.
  4. Evitar la fijación en el pasado, la repetición obsesiva y la estigmatización de los sobrevivientes como víctimas. No cultura de víctima, sino cultura de responsabilidad es lo que merecemos.
  5. Más allá de la reconstrucción de los hechos, la memoria constituye un juicio moral que descalifica éticamente a los perpetradores.

La comisión de la verdad debe ser profundamente ética, imparcial, pues no es venganza lo que se busca sino justicia mediante la obtención de la verdad como condición indispensable para una nación más democrática que se reencuentra con su pasado en un horizonte de reconciliación nacional. El trujillismo divide, la democracia une.

Uno de los procesos más interesantes, ejemplares y exhaustivos fue el sudafricano. “La Comisión de la Verdad y la Reconciliación, Nunca más el Apartheid”, presidida por el arzobispo anglicano Desmond Tutu, escuchó y examinó durante varios años las historias de horror y de sufrimiento que la gente vivió en la era de segregación forzada desde el 1 de marzo de 1960 hasta el 10 de mayo de 1994 intentado aplicar la máxima evangélica de que “sólo la verdad os hará libres”.

En una entrevista realizada en España, Nelson Mandela afirmó: “En mi opinión no debemos considerar la curación de Sudáfrica como un hecho, sino como un proceso, y la Comisión ha contribuido de forma magnífica a ese proceso porque ahora las víctimas de las atrocidades saben lo que les ocurrió a sus seres queridos… Por supuesto, otros tienen tanta amargura que les resulta imposible olvidar el dolor de perder a quienes querían. Pero creo que, en general, la Comisión ha hecho un trabajo maravilloso y nos ha ayudado a alejarnos del pasado para concentrarnos en el presente y el futuro.” (Nelson Mandela, 1998. El País Semanal: 1158:26)

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