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Se la lució, señor Presidente

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Por: Luis Rosario

¡Noooo! No me refiero a las elecciones primarias. Eso es harina de otro costal. Para opinar sobre política y sobre quienes tienen como proyecto de vida ponerse la ñoña o la “ñoñita”, si no me empujan, no me meto. Le hablo de otro asunto ya conocido por usted. En este tema no necesito que me empujen para meterme. ¡Camine… que no me empuje!

Ya han empezado a hacerle algunos reconocimientos, señor Presidente, y vendrán otros. Sugiero a las consagradas “causalistas” y a quienes le hacen coro, especialmente  algunos comunicadores respetables, pero poco respetuosos de la vida; les estoy sugiriendo que le hagan un reconocimiento también por su alta capacidad de aguante, de sepulcral silencio y de resistencia a la embestida de toros enfurecidos, anacrónicos, retrógrados, reaccionarios, fanáticos y otras flores aromáticas con que nos decoran.

No hay que esperar que termine el período de los cuatro años de gobierno para que lo reconozcan como el paladín de la defensa del “derecho” a abortar. Me atrevería incluso a proponerme, de modo honorífico, sin cobrar nada, a elaborar los considerandos y dispositivo de ese reconocimiento. Este ejercicio lo hacíamos cuando cursábamos la carrera de Derecho en la universidad.

Usted se la lució, se la comió, señor Presidente. Ha sido brillante en muchas cosas: continuando lo que estaba bien, corrigiendo lo que está mal y haciendo lo que nunca se hizo. Es cierto que en este último punto del slogan de campaña, en  relación al aborto no pudo hacer lo que nunca se hizo, pero no fue culpa suya, se debió al conservadurismo criollo, especialmente representado  por las iglesias, que todavía piensan que estamos en el Medioevo.

Aunque no pudo hacer lo que nunca se hizo, introduciendo las causales en el Código Penal, por dos veces lo intentó en forma maratónica, obstinada y con un coraje semejante al de los mocanos que somos secos, sacudidos y medidos por buen cajón, a pesar de su origen sureño.

Estamos doblando la curvita de la Paraguay y ya no hay voluntad ni para aprobar el Código Penal ni para introducir las causales en el mismo; si lo intentara nos encontraría siempre de frente, digan lo que digan los demás.

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