Por: Orlando Gil
La democracia es lo que quiera el universo de demócratas, pero sobre todo oportunidad, alternancia, participación y mayoría.
La actual circunstancia de primarias en los dos más importantes partidos del país es una oportunidad para que la democracia fluya, y lo haga a su propio antojo.
El cambio en los mandos o en la titularidad de puestos electivos es otra expresión conveniente en un orden democrático, en que se tiene derecho a elegir, pero también a ser elegido.
El pluralismo, otro de los valores de la democracia, no podría ser posible sin una participación abierta y diversa de los actores de la política.
Y la mayoría asegura legitimidad, pues un resultado de minoría solo podría producirse mediante fuerza, y la reacción sería de rechazo.
Las primarias del 6 de octubre será ocasión memorable de democracia, pero igual el proceso previo. Que en el PRM compitan cuatro y a ninguno se le ponga obstáculo habla bien de este partido.
Que solo dos sean relevantes no pone en entredicho el orden establecido, ya que no siempre se impone el ganar. También tomar experiencia e incluso hacer camino al andar.
Igual ocurre en el PLD, un poco salido de madre, donde doce se disputan la nominación y la consulta tiene giros singulares.
La preliminar entre siete para sacar al que representará la causa de uno de los dos bandos hegemónicos y que reducirá la lucha a cuatro.
Cuatro el PRM, cuatro el PLD.
El repaso es importante porque la democracia necesita que sus nociones y prácticas se acrediten, y porque lamentablemente a nombre de una democracia de élite se critica que el escrutinio sea tan amplio. La situación revela vitalidad, pues ese afán por posiciones electivas no solo se da al más alto nivel, sino en los apartes medios y bajos. Por ejemplo, ¿cuántos aspiran a la senaduría de la capital por el PLD o a diputaciones y regidurías en el PRM? Lo cierto es que hay un desbordamiento, y lo más interesante, nadie cesa ni cede. Serán muchos los caminos que llevarán al Tribunal.
